Paqué tanto jaleo

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"Paqué tanto jaleo" Es una expresion que recuerdo desde niño con la que se intentaba simplificar, no complicarse al resolver los problemas o situaciones que te planteaba la vida. Creo que deberiamos aplicar esta maxima con mas frecuencia, nos iria mejor.



Con estas "Cosas de Enrique" solo tengo la intención de contar cosas que se me ocurren cuando veo noticias que me irritan o que me hacen gracia. Pero como buen "indignado" ultimamente solo suelen ser de las que me irritan, y para que veas... las que me irritan me provocan cierta ironia al contarlas.



Yo me lo he pasado bien escribiendolo, y me he reido de mi mismo, si a ti te hace gracia, me alegro. Pero no seas egoista y compartelo con tus amigos.



Esto es serio


Al otro lado del puente se veía de perfil el edificio de la estación, era de ladrillos con almenas había oído decir que a eso se le llamaba estilo mozárabe. De repente le vino la imagen de una locomotora seguida de varios vagones saliendo por los arcos de la entrada al vestíbulo y llegando hasta la calle donde había formado un gran revuelo y la gente corría en todos los sentidos despavorida., a su paso se había llevado por delante el kiosco de prensa que estaba en la entrada, lo que había provocado una nube de hojas de periódico que tardaría unos minutos en caer al suelo. Su padre le había contado hacia tiempo que eso ocurrió realmente.
Aparcaron el coche en la puerta de la estación, y sintió miedo de que pudiera salir un tren por ella, le habría dicho a su padre que no aparcara allí, pero no se atrevió, solo cogió rápido la mochila y buscó ponerse junto a él, pero atento por si tenia que salir corriendo. Se dirigieron a las taquillas que estaban bajo los arcos del vestíbulo, antes de acceder a los andenes.
Nada mas entrar a los andenes el ambiente cambió, de los relucientes rayos de sol regando la calle pasaron a la oscura, sucia y mal oliente sensación que producían los andenes, solo mitigaba esa sensación el ir y venir de la gente, el silbato de los trenes, el chirrío de su frenar, vio como uno se acercaba hasta el final del anden a muy baja velocidad, pero con un ruido estruendoso, pensó que ese tren se estaba quedando sin frenos y que acabaría saliendo por el vestíbulo, pero la gente que andaba por allí estaba muy tranquila, no se les veía preocupados ni con miedo, se relajó.
El edificio, en su parte trasera, hacia donde se dirigían,  no tenia paredes, era por donde entraban y salían los trenes, y en aquella parte se veía luz del día. Habían quedado en el anden numero 5, ese estaba fuera del edificio, al otro lado por lo que tendrían que recorrer todo el largo de la estación. Esa idea le agradaba, así podría ver a la gente que iba o venia, le gustaba ver a la gente pasar y a veces intentaba imaginar a donde irían o de donde vendrían. Primero se cruzaron con dos hombres con barbas y pelo descuidado que llevaban un uniforme, con gorra de plato, la camisa era azul oscuro y el pantalón juraría que era negro, aunque no lo pareciese. Su padre le dijo que eran mozos de la estación, uno de ellos, el mas bajo y que aparentaba mas edad, llevaba un cigarrillo húmedo en la boca mientras tiraba de una especie de carro que iba cargado de maletas,  el otro solo charlaba a su lado, supuso que este segundo hombre era el jefe, a pesar de que sus ropas aparentaban ser mas viejas y sucias.
De pronto, les adelantó un chica que iba corriendo, a él le parecía mayor, aunque mas joven que su madre, sin duda, tenia las pantorrillas mas bien gordas, y una falda marrón claro, que le ocultaba las rodillas, su madre le habría dicho que era una falda de tablas, aunque él aun no había conseguido entender porque le llamaban así. Llevaba el pelo, de color castaño, recogido en un moño y una blusa blanca ajustada de botones.
Cada vez que pasaban a la altura de la puerta de los vagones del tren que acababa de llegar, tenían que sortear a la gente que iba bajando del tren. Era curioso, solo en esos momentos percibía un aroma distinto, mas bien desagradable, aunque no tanto como el olor a hollín que flotaba en toda la estación.
En la siguiente puerta acababa de bajarse una familia completa que estaba siendo recibida por un matrimonio mayor, imaginó que serian los abuelos y que los cinco que habían llegado venían a pasar el verano con ellos, para él las vacaciones eran el verano entero, por lo que no imaginaba que alguien pudiera venir solo para unos días, además, el padre estaba bajando la tercera maleta,-- Sin duda, pensó Luis, con tanto equipaje vienen a pasar todo el verano--.
Al llegar a su altura, se fijó en la niña, debía ser un año mas pequeña que él, iba con calcetines blancos y zapatos rojos, de esos que tienen una trabilla por encima del empeine con un botón del mismo color al otro lado, llevaba también una falda roja y una blusa blanca, le estaba un poco grande, o al menos eso le parecía a él, ya que la manga estaba sujeta a la muñeca y le hacia la misma forma que  los bombachos que tuvo que ponerse un día. Tenia el pelo oscuro con dos trenzas que le hacían una raya en la nuca  y sus ojos eran claros, los mayores le darían otro nombre pero para el esos ojos le contaban cosas solo con mirarlos, la miró con intención, buscaba una respuesta en su mirada, pero no la obtuvo, seguramente porque el hermano, probablemente de la edad de Luis, estaba distrayéndola con bromas y tirones en la coleta, en ese momento Luis odió al hermano.
A mitad de camino vio de nuevo a la mujer que les adelantó corriendo, pero se quedó extrañado mirándola, estaba de espaldas y parecía suspendida en el aire, los pies le colgaban a unos veinte centímetros del suelo. Ahora llevaba un cinturón verde caqui que no le había visto antes, Luis se quedó perplejo, además no le veía los brazos. ¿Qué esta pasando?, veía detrás de ella un grupo de soldados que volvían a casa de permiso, unos se abrazaban y despedían, otros celebraban con gozo haber llegado, lo celebraban llamando hijo puta a un tal Sargento, Luis ya conocía el significado de esa palabra, por lo que le dio pena de Sargento por tener una madre así.
Unos metros antes de llegar al grupo de soldados se dio cuenta que el cinturón de la chica que estaba suspendida en el aire no era un cinturón, se trataba de los brazos de uno de los soldados, que la estaba apretando. Luis pensó en decirle a su padre que la chica necesitaba ayuda, pero en ese momento vio como el soldado giraba a la chica en el aire y la puso frente a él. Le vio la cara y parecía que no sufría, al revés, estaba contenta y vio que los brazos que le faltaban antes los tenia alrededor del cuello del soldado. Pensó que si se veía en peligro, ella tenia las de ganar porque podría estrangularlo fácilmente.
Ya habían pasado al grupo de soldados, pero seguía mirando a la chica del moño, iba andando hacia adelante pero con la cabeza girada, se había desplazado hacia la derecha de la trayectoria y tropezó con un hombre que andaba en la misma dirección que ellos. Luis se enredó e sus piernas y cayó al suelo por el peso de la mochila, nada grave, pero el suelo estaba sucio y le resultó desagradable ver a unos centímetros de sus ojos los restos de un escupitajo que casi toca con la mano al levantarse. No era el único que había visto durante su trayecto por el anden por lo que sintió repeluco de haber podido caer sobre uno de ellos.
El hombre,  que le pareció muy mayor, le tendió la mano y le dijo con una sonrisa que Luis no era capaz de descifrar:
—“Levanta Luis, y ten más cuidado la próxima vez que por poco no me tiras a mí también.” —Le dijo guiñándole el ojo .
Su padre, que iba unos metros delante agradeció al hombre la ayuda y lo excusó hablándole de los nervios de su excursión y que andaba distraído porque era la primera vez que entraba allí. El hombre devolvió la cortesía hablando de lo buen chico que era Luis y dando por hecho que lo conocía bien.
El hombre siguió su camino mientras el padre sacudía el pantalón de Luis y le limpiaba las rodillas ennegrecidas del suelo del andén con un pañuelo que sacó del bolsillo.
—  “Estas bien Luis”—preguntó el padre
—     “Si, estoy bien” —Contestó Luis
—     “Papa: ¿De que me conoce ese hombre? —Preguntó Luis
—     “Que yo sepa no te conoce de nada hijo” —Respondió
—     “Entonces ¿Por qué sabia como me llamo y dice que soy bueno? —Insistió
—     “Será que me oyó llamarte antes de tropezarte con él y lo de bueno será porque ha visto que el tropiezo ha sido por distracción, no por ir haciendo el gamberro. Solo es una forma de hablar, parecía un hombre educado”
Siguieron su camino tranquilamente, aun quedaba un rato para la hora de salida del tren, pero Luis no perdía de vista a aquel hombre, era alto y aparentemente fuerte, pero por su cara parecía mayor y aunque no se le notaba mucho al andar parecía ligeramente encorvado. Hasta ahora no se había fijado en sus ropas, llevaba chaqueta y pantalón gris, en la chaqueta tenia coderas oscuras, imaginó que tenia agujeros en la tela y se lo habían tapado con las coderas como le hacia su madre con los chalecos del colegio, parecía ropa vieja pero limpia.
Ya estaban cerca del final del edificio, por lo que la luz que entraba daba mucha mas claridad al ambiente y parecía el anden más limpio. De pronto sonó un fuerte silbato y el tren del que se habia bajado la niña de las coletas y los soldados chirrió y al momento empezó a moverse en sentido contrario.
— ¿Se va vacío? — preguntó a su padre
— No, lo llevan a las vías auxiliares, para limpiarlo y prepararlo para su próximo viaje
— Mira, allí están todos —Le dijo su padre señalando hacia la izquierda, al final del edificio, que era donde empezaba el andén numero 5.
Allí fuera el ambiente era distinto, la misma gente iba y venia, los mismos trenes, pero al aire libre, con la luz del sol a Luis le resultaba agradable. Ya estaban casi todos en la estación, solo faltaban “Anchoa” y los hermanos Cristino y Horacio  que en el grupo les llamaban Hernández y Fernández por similitud con los personajes de las aventuras de Tintín.
Mochilas, tiendas de campaña, banderines, y una cacerola grande que tenia dentro el resto de menaje y otros avíos de cocina de campaña se agolpaban alrededor de uno de los pilares de la estructura que soportaba el techado del andén.
El grupo estaba perfectamente uniformado. Vestidos con chirucas y calcetín blanco de lana, pantalones azules cortos de pana, cinturón de cuero con la flor de Lys en la hebilla y que sujetaba una cantimplora de metal forrada con un fieltro verde, la camisa de algodón azul claro con bolsillos de tapeta y pañoleta al cuello, azul marino con el borde amarillo y un gorra azul en forma de media naranja con visera.
La “Manada” andaba revuelta por el andén, Luis se introdujo en el ambiente de forma inmediata sin si quiera soltar la pesada mochila en la que llevaba la muda correspondiente, unas zapatillas de deporte por si acaso, algunas latas de fabada y de garbanzos siguiendo las instrucciones que habian recibido y que serian puestas en comun para llenar la cacerola grande, los platos y cubiertos de campaña y el saco de dormir.
Su padre se acerco a “Akela” el responsable del grupo, lo saludó mientras charlaban del buen ambiente que se respiraba y de los nervios de los “lobatos”, llamó a Luis para despedirse, le dejo veinte duros haciéndole prometer que no lo usaría nada mas que en caso de  necesidad y que por supuesto le daría la vuelta.
Luis contestó con desgana y vergüenza pensando que algun lobato estaría siguiendo la conversación
— Si papá
Le dio un beso y se marcho de vuelta andén adentro, mientras Luis se quedó mirándolo con cierta nostalgia y sensación de quedarse solo ante el peligro, en ese momento se arrepintió de haber contestado así.
Enrique y Curro se acercaron a Luis, eran dos hermanos, de 11 y 10 años respectivamente morenos de piel y pelo negro, todo lo contrario que Luis que era con diferencia el mas menudo del grupo, delgado pero fibroso con los ojos claros y muy rubio. Curro, el de su edad hacia muy buenas migas con Luis, aunque había ido poco a las reuniones de los sábados durante el curso.
—Mira Luis— dijo Curro enseñándole la navaja de campo que el dia anterior le había comprado su padre.
—Yo tengo otra igual— le enseñó Enrique

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